Territorio Común
Location: Las Palmas de Gran Canaria, IC
Territorio Común is an exploration made by s ix young architecture collectives and exhibited in the 8th Gran Canaria Architecture Week, in which a small piece of the territorial identity and its social implications are studied.
Hoyo 2:
Por qué los tomates ya
no
saben a nada*
*Texto completo en español
︎
Sucede a veces que cuando uno decide plantar algo nuevo en su terrenito, las especies que venían creciendo en él dejan de hacerlo. Si como argumentaba Antonio Benítez Rojo, en Canarias «ahora plantamos turistas», tendremos también que cuidar el resto de cultivos para que no dejen de crecer. Sin embargo, y aunque muchas veces presenciemos un relato maniqueo sobre el turismo en el arhcipiélago, no podemos enfadarnos con el guiri que viene igual que uno no puede enfadarse con los tomates por no crecer como él esperaba.
Durante los siglos XVIII y XIX, la actividad turística domesticó el espacio natural, hasta ese momento inhóspito para el ser un humano, mediante el acto de mirar. John Urry nos hace un recorrido por el proceso ‘civilizador’ que sufrieron los Alpes suizos, fuente de terror y peligros, hasta convertirse en un paisaje pintoresco e idealizado, un proceso ‘espectacularizador’ que se iba construyendo de fuera hacia adentro y viceversa. De igual manera domesticamos nuestro territorio para crear una realidad pintoresca acorde a la mirada externa. Afirmaba Fernando Estévez que «el turista no quiere saber nada de los impactos del turismo; quiere disfrutar de las gentes y las cosas de los sitios a los que viaja tal como eran antes de la llegada del turismo. Para lograrlo, para que la nostalgia sea satisfecha, todo tiene que ser reducido a la ficción». Como en un disneyland de tamaño insular, la ficción canaria necesita cada vez de más y más recursos (humanos, económicos y territoriales) para seguir funcionando.
La motivación del turista moderno no está sólo basada en recrear paisajes artificiales al estilo de pseudoeventos, tal y como decía Dean MacCannel, sino que depende, en gran medida, de una búsqueda de la autenticidad. No obstante, esa experiencia nunca podrá recrearse en lo originario y puro, sino en una ‘autenticidad escenificada’. En Canarias, además, nos vemos forzados a ofrecerlo todo: el evento claramente artificioso y la autenticidad identitaria (escenificado de manera clara en las dos grandes islas por la división sur-norte), el entretenimiento de parque temático pero también la identidad ‘local’, sin que nosotros sepamos ya muy bien que significa eso. Para mantener el ejercicio de persuasión en marcha, el canario se mueve entre lo rabiosamente folklórico y lo deliberadamente kitsch sin inmutarse.
Acaba pasando entonces como con los tomates de supermercado, que se ven perfectos pero son insípidos, o como con las viviendas vacacionales y las terrazas chill-out, que son muy bonitas pero tampoco saben a nada. Nuestra realidad económica y territorial se ve impregnada por el principio más transversal que conocemos en el archipiélago: la mirada externa. Pero, ¿quién decide que el único modelo viable es el de la traducción de identidad en souvenir?
De tanto plantar tomates de supermercado, se nos echa a perder el resto del terreno.
Durante los siglos XVIII y XIX, la actividad turística domesticó el espacio natural, hasta ese momento inhóspito para el ser un humano, mediante el acto de mirar. John Urry nos hace un recorrido por el proceso ‘civilizador’ que sufrieron los Alpes suizos, fuente de terror y peligros, hasta convertirse en un paisaje pintoresco e idealizado, un proceso ‘espectacularizador’ que se iba construyendo de fuera hacia adentro y viceversa. De igual manera domesticamos nuestro territorio para crear una realidad pintoresca acorde a la mirada externa. Afirmaba Fernando Estévez que «el turista no quiere saber nada de los impactos del turismo; quiere disfrutar de las gentes y las cosas de los sitios a los que viaja tal como eran antes de la llegada del turismo. Para lograrlo, para que la nostalgia sea satisfecha, todo tiene que ser reducido a la ficción». Como en un disneyland de tamaño insular, la ficción canaria necesita cada vez de más y más recursos (humanos, económicos y territoriales) para seguir funcionando.
La motivación del turista moderno no está sólo basada en recrear paisajes artificiales al estilo de pseudoeventos, tal y como decía Dean MacCannel, sino que depende, en gran medida, de una búsqueda de la autenticidad. No obstante, esa experiencia nunca podrá recrearse en lo originario y puro, sino en una ‘autenticidad escenificada’. En Canarias, además, nos vemos forzados a ofrecerlo todo: el evento claramente artificioso y la autenticidad identitaria (escenificado de manera clara en las dos grandes islas por la división sur-norte), el entretenimiento de parque temático pero también la identidad ‘local’, sin que nosotros sepamos ya muy bien que significa eso. Para mantener el ejercicio de persuasión en marcha, el canario se mueve entre lo rabiosamente folklórico y lo deliberadamente kitsch sin inmutarse.
Acaba pasando entonces como con los tomates de supermercado, que se ven perfectos pero son insípidos, o como con las viviendas vacacionales y las terrazas chill-out, que son muy bonitas pero tampoco saben a nada. Nuestra realidad económica y territorial se ve impregnada por el principio más transversal que conocemos en el archipiélago: la mirada externa. Pero, ¿quién decide que el único modelo viable es el de la traducción de identidad en souvenir?
De tanto plantar tomates de supermercado, se nos echa a perder el resto del terreno.
+ Team: à la sauvette, OFMAKE, Pablo Delgado, Marta Torrecilla, Saray Ossorio, Oficina de Innovación Cívica
+ Photos: Jonay PMatos, à la sauvette, Marta Torrecilla, Archivo Fernando Estévez
+ Photos: Jonay PMatos, à la sauvette, Marta Torrecilla, Archivo Fernando Estévez
2022